SEMINARIO

CÓRDOBA ARQUEOLÓGICA

 

 

 

 

Actividades - Año 2009

 

Ildefonso Robledo Casanova

 

 

 

 

 

 

 

VALENCINA DE LA CONCEPCIÓN

 

SEVILLA

DOLMEN DE LA PASTORA

 

 

Miembros del Seminario en las inmediaciones del dolmen de la Pastora

 

 

 

El día 7 de noviembre un grupo amplio de miembros del Seminario nos dirigimos a Valencina de la Concepción, en el extremo norte de la cornisa del Aljarafe sevillano, en donde se tiene identificado un yacimiento arqueológico que se ha datado en los tiempos de la Edad del Cobre y el Bronce Antiguo en el que destacan diversos monumentos funerarios, dólmenes tipo “tholoi”, que fueron construidos hace unos 4.000 años.

 

Comenzamos la actividad visitando el museo local, en el que de manera atractiva se exponen los materiales aflorados en las excavaciones realizadas en el entorno. Destacan unos sugerentes ídolos placas y las bellas colecciones de piezas líticas pulimentadas, puntas de flecha talladas, molinos de mano… Allí se nos proyectó un documental cuya calidad didáctica no podemos sino valorar de manera positiva. Confirma esa clara vocación didáctica del museo una sugestiva maqueta que en él se ha montado, que recrea la vida cotidiana en un poblado de la Prehistoria.

 

Museo de Valencina de la Concepción

 

 

Seguidamente, llevamos a cabo la salida al campo para visitar el dolmen de la Pastora, que fue descubierto en 1860, oculto bajo un cúmulo de tierra, cuando las gentes del lugar realizaban trabajos agrícolas.

 

El dolmen de la Pastora es un sepulcro tipo “tholos”, dotado de un largo corredor que culmina en una cámara funeraria. Las paredes de la construcción, levantadas con lajas de pizarra, están luego techadas con losas de dimensiones espectaculares. El impresionante corredor, que alcanza 46 metros de longitud y cuya escasa altura obliga a la persona que lo transita a caminar agachada, está dividido en tres tramos que están separados por losas que sobresalen a modo de puertas internas.

 

Corredor de acceso a la cámara funeraria

 

 

Cuando, con la cabeza agachada, caminábamos por ese interminable pasillo alumbrado por una luz tenue, teníamos la clara certeza de que los hombres de la Prehistoria, cuando lo recorrieron igualmente, no hubieron de tener ninguna duda de que estaban dirigiendo sus pasos al Reino de la Muerte. Allí, sepultados bajo una colina artificial, en ese pasillo tan angosto y de difícil tránsito, la sensación de estar uno dominado por la magia y el misterio es claramente palpable.

 

Cuando, al fin, tras esos 46 metros de corredor funerario, llegamos a la propia cámara sepulcral, de planta circular, pudimos comprobar que sus paredes eran igualmente de lajas de pizarra, sustituidas a partir de cierta altura por sillares ciclópeos que por aproximación paulatina iban conformando una falsa cúpula techada por una losa pétrea inmensa. ¿Cómo fueron capaces los hombres de la Prehistoria de construir este tipo de sepulcros?  Quizás sea cierta esa afirmación de la Biblia que dice (Génesis 6, 4) que hubo un tiempo en que habitaban en la tierra los gigantes…

 

Detalle de la cámara funeraria

 

 

De esta impresionante construcción, que nos remonta a los momentos iniciales de la historia de la arquitectura en España, nos llamó poderosamente la atención que su entrada no está orientada al sol del Levante, como es usual en los megalitos andaluces, sino hacia el sol del Poniente. No se orienta a la Luz, sino directamente al Inframundo…

 

Allí, en las inmediaciones del dolmen, alguien nos hizo saber que en el Aljarafe sevillano se tienen identificados más de veinte dólmenes, si bien en estos momentos solamente se puede visitar el de la Pastora, en el que nos encontrábamos. Nos causó cierta extrañeza que las autoridades responsables de la cultura no hayan decidido poner en valor, al menos de manera paulatina, esta sugestiva riqueza patrimonial que está situada a menos de veinte kilómetros de Sevilla. Esperemos que algún día alguien decida poner en marcha lo que sería una sugestiva ruta por los dólmenes del Aljarafe sevillano. Una ruta que nos llevaría, en suma, por los misterios de la vida y la muerte en los momentos finales de nuestra Prehistoria.